miércoles, 19 de febrero de 2020

MAÑANA



 

En el profeta, hay una extraña rebelión
contra la falta de seriedad de Dios”.
                            Maurice Blanchot[1].

Nadie está por venir.

Habrá que despojarse incluso
de la palabra que desabriga
–que ni siquiera acosa–.

En últimas, cesar de vagar;
sentir, para por fin acabar,
una mayor soledad,
y otra espera sin término,
sin ahora, ni hogar.

Sólo así devienes alguien.

En la alianza,
no concede descanso Dios,
y te despoja de cualquier amor.

Sólo así te conviertes en alguien más,
en la ambigüedad de tus dolores,
sin que jamás reciban atención.


Mientras nos divierten los artistas
y se ganan nuestro corazón,
a destruir y a denigrar de su pueblo,
obliga Dios al profeta.   

¿Para qué anticiparse y predecir
cuando se agota la vida?

Si aún estuvieras mañana,
tendrías que discutir hasta con Dios,
cuidarte de que te mienta
o que creas oír más que tus quejas.

Si aún estas o escuchas una respuesta
–en tu vejez será–, admite tu soberbia
y ahoga tus desdichas y tu contento.

¿Para qué un encuentro y renegar ante Dios,
todavía joven o a punto de morir,
si no están acordes sus designios
con aquello que hubieras querido?

Aunque estés para algo bueno,
y a servir al afligido te dediques,
engendra violencia toda declaración abrupta.

A destruir y a denigrar obliga Dios a su pueblo. 
 











[1] Maurice Blanchot. La palabra profética. En: El libro por venir. Trad. Cristina de Peretti y Emillio Velasco. Madrid: Trotta, 2005. P. 109.